Tu cesta está vacía
Ponte estos pendientes, cierra los ojos y espira…
Envuelta en el pelaje del oso se sentía arropada en una cesta, acariciada por diminutas olas, protegida por el aliento de bestias amables. Sentía dolor, pero era un dolor dulce y agradable que no pertenecía al sufrimiento mental, sino a la tierra. Olía el musgo y las limpias flores del Norte. (Oso, Cap. XXII, p. 165)