No gozó de la vida de farándula de Coco negro ni dio la vuelta al mundo como Coco marino, pero nadie ha contribuido tanto a la conservación de las Marianas como Coco de algas: primero, apostando por reducir el consumo de antrópodos y  duplicando el de frutas, vegetales y legumbres de mar, y luego, denunciando en folletines terrestres como Cellular Nutrition y Natural Facts la presencia alarmante de plásticos sobre el lecho abisal; fue también pionero en la obtención de energía de microalgas y, ya en su vejez, abrió el primer gastrobar de tapas vegano. Apadrinó diversas causas y fundaciones, entre ellas el Museo Natural de las Marianas, que vivió -hasta su destrucción en 1689 por los Cetáceos Rebeldes- de su generosidad.