Como si nos adentrásemos en el cuerpo de un animal imaginario, la pasarela desciende como una lengua hasta perderse en la oscuridad. El techo disminuye, las paredes se estrechan, serpentean, giran entre la tierra. Luego los flancos se separan y accedemos a una sala donde aguardan los mamuts gigantescos. Y los rinocerontes lanudos. Y los leones de las cavernas. Y los toros y los ciervos megaceros. Una colección de fieras antediluvianas que corren en estampida se desenvuelve en un silencio sepulcral. Allí afuera ya no existen, pero este no es el mundo real. Aquí los animales siguen vivos en las sombras y en las hendiduras de los muros. Como en este Maxi pendiente Pure in the Sky.